KANT PEDAGOGO. Pensar en Educar y Educar para pensar.
kant y la educacion

Y es que nos preguntamos ¿PARA
QUÉ EDUCAMOS?. Bien, es cierto que pensamos en su futuro, en su papel de
adultos en una sociedad saludable. Pero… ¿QUÉ FUTURO?, Y ¿QUÉ TIPO DE
SOCIEDAD?... Es más, dudo de que alguien tenga la suficiente
clarividencia como para saberlo. Y es que los tiempos que corren nos han
dado una buena lección respecto a la velocidad, vertiginosa, con la que parecen
acontecer los cambios a nuestro alrededor. El mundo, tal y como lo entendemos
en nuestros días, no guarda mucho parecido con el que vivieron nuestros
abuelos. Las bombillas de incandescencia (sí, esas que tienen un filamento y
que aún quedan en muchos de nuestros hogares) son retiradas al baúl de los
recuerdos en septiembre de 2012. Jamás volveremos ya a ver las de 100 y 60
W en la tienda y será a partir de entonces cuando solo las podamos ver en
algún museo .
Tengamos cuidado, corremos el
riesgo de educar a nuestros niños en el pensamiento social, cultural y
económico en el que estamos inmersos. Pero, muy probablemente, este no es el
que les será útil el día de mañana. No les haremos más libres por creer que si
les educamos a nuestra imagen y semejanza o desde lo que nosotros conocemos
–léase currículo ordinario- les estaremos favoreciendo. Y para ello necesitamos
escuelas que favorezcan ideas nuevas, que permita visiones diferentes y que
busquen horizontes múltiples y posibles:
“Hay que establecer escuelas
experimentales, antes de que se puedan fundar escuelas normales. La educación y
la instrucción no han de ser meramente mecánicas, sino descansar sobre
principios. Ni tampoco sólo razonadas, sino, en cierto modo, formar un
mecanismo.”
En resumen, no se trata de
escolarizar a los niños para no hacerles pensar, ni hacerles pensar para no
hacerles libres. Cualquiera de las dos opciones no prepara para un futuro en el
que lo importante es estar preparado para la novedad, para lo que viene, para
los retos del futuro que aún no conocemos. Kant fue un adelantado en
su momento que no quiso que su labor como profesor se impusiese a su labor como
maestro. Por ello, su preocupación por la transmisión de ideas que aportasen al
individuo, no desde arriba, sino desde abajo, trasciende su época y se convierte
en una lección atemporal.
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